martes, 29 de marzo de 2016

El orgullo de ser paraguayo!

“En el Paraguay todo está mal, ojalá hubiera nacido en los Estados Unidos o qué”, es lo que piensan algunos compatriotas que, por varios motivos, reniegan de su origen. Mientras tanto, los que van al extranjero no tardan en extrañar al país, pues surge el famoso techaga'u. Tenemos el guaraní, el chipá, la guarania, el tereré y, claro, la cordialidad que nos caracteriza, pero esas son solo algunas de las cosas que deben enorgullecernos, porque parece que debemos estar lejos para valorar nuestra nación.

Sabemos que en el país no todo es color de rosa, que tenemos muchísimos motivos para quejarnos; sin embargo, ¿son suficientes para renegar tu nacionalidad? Claro está que no debemos callarnos, ante las injusticias y la inoperancia del Gobierno, pero también es necesario que aprendamos a amar y valorar todo lo bueno de ser paraguayo.

Nuestras costumbres son tan especiales y bellas. La forma de hablar que nos caracteriza, no solo por el dulce idioma guaraní, sino también por el jopará y las expresiones que solo nosotros entendemos. “Miti miti”, “ma'ena” y el “así gua'u” son solo algunas de las frases que cuando un extranjero pregunta qué significan, resulta difícil explicarlas, pues al traducirlas textualmente no tienen el mismo sentido.

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Las comidas tradicionales, como la sopa, el vori vori, chipá y mbeju, son alimentos que en otros países no vamos a encontrar, a menos que haya un paraguayito que las prepare. 

También costará hallar naciones en donde los asadachos con "los perros" surjan tan fácilmente, luego de cada partido de fútbol o vóleibol.

El paraguayo tiene la costumbre de saludar con el “jaha pues”, aunque esta no sea una invitación a que lo acompañen. O, a veces, si se detiene a charlar, inicia la conversación con el: “Haupéi, mba'e teko pio?”, a lo que el otro contesta: “Tranquilopa”; esa siempre será la respuesta, aunque no sea del todo cierta.

Por otro lado, también tenemos la cordialidad que nos identifica –la forma en que recibimos a los visitantes, con mucha amabilidad y hospitalidad–, sin duda es lo que más destacan los extranjeros luego de venir al país. Teniendo en cuenta tan bellas costumbres, tradiciones y peculiaridades, no cometas el error de decir que te avergüenza ser paraguayo.

Por Ana J. Lezcano (19 años)
Fuente: ABC

viernes, 25 de marzo de 2016

Los pecados del paraguayito

La compasión por el prójimo (aichenjáranga), hacer las cosas a medias (vai vai), llegar tarde a las reuniones. Varias son las malas costumbres de nuestro pueblo que el escritor Anibal Romero denomina pecados capitales del paraguayo.

Romero denomina pecados capitales del paraguayo en su libro “Más paraguayo que la mandioca” a algunos de los puntos que analizaremos aquí.

1 EL VAÍ-VAÍ :


El “peichante”, el “así nomás”, “ya da ya”, “vamos a hacer a lo Luque” o “qué lo que tanto”, son frases que describen a la perfección el primer pecado capital del paraguayo.

Esta característica tan arraigada, es visible ya desde la infancia y adolescencia. Los estudiantes presentan sus tareas a medias y sin esmerarse lo suficiente. Esto provoca que crezcan con este reprochable hábito y así trasladan la costumbre a todos los ámbitos de la vida, incluído el laboral, donde muchos encuentran dificultad a la hora de mantenerse en sus puestos por la falta de dedicación.

Lo mismo suele ocurrir en el hogar, cuando la cabeza de la familia (por lo general el padre) compra artículos baratos y comunes para la casa, que a la larga resultan más caros. Por ejemplo, la cerradura de la puerta que apenas funciona, la pintura de las paredes que con una tímida lluvia se destiñe o la cisterna del baño, que con muchas mañas se desagua correctamente.

En fin, miles de ejemplos en los que penosamente la calidad pasa a un segundo plano y deja una mala imagen de ante los demás.

2 EL ¿CHE PIKO?

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¿Yo pio?, ¿a mí me hablás?, ¿a mí me decís?. O el típico caso del individuo que gira la cabeza para mirar si atrás está la persona a quien se refieren.

Aunque el paraguayo sepa muy bien que están hablando de él, siempre va a preguntar si es realmente a él a quien aluden . Ocurre que existe una tendencia a eludir la obligaciones y como medio de protegerse de las exigencias se recurre a esta pregunta.

¡Cabrera!, ¿hiciste lo que te pedí?, ¿quién yo? -aunque nadie más se encuentre en la oficina-.Ndéra, yo pensé que eso le tocaba a González, bueno ajapóta ko'ãga hína. Así aparece el infaltable ñembotavy, es decir, desentenderse de la situación y pretender que el trabajo recaiga sobre cualquier otra persona.

3 EL AICHENJÁRANGA:

En un semáforo, ver a limpia vidrios y vendedores ya es moneda corriente. Entre los automovilistas siempre hay un compasivo que siente pena por la situación de su prójimo y le da unas cuantas moneditas para colaborar (lo cual no soluciona el problema sino produce acostumbramiento).

En una plaza muy concurrida se sienta un mendigo y extiende la mano para esperar juntar unos guaraníes por. Pasa una señora y pronuncia el folclórico “aichenjáranga, ha'e ko ndorekói mba'eve”. De esta manera se trata de justificar su haraganería, como si no tuviese la capacidad de buscar algo de provecho y trabajar.

Precisamente de esto se trata el tercer pecado, que por el hecho de que alguien sea de escasos recursos, sin educación o con baja formación moral, ya tenga suficientes razones para robar, ser violento y actuar incorrectamente. La pobreza no es un pasaporte a la delincuencia, además ¿qué culpa tienen los demás de los problemas ajenos?

4 LA HORA PARAGUAYA:

Ya sea en eventos festivos, conciertos, cumpleaños o en importantes conferencias, la hora establecida para la cita jamás se respeta. Decir nos vemos a las cuatro implica que la gente llegue a las cuatro y media e incluso a las cinco.

Quizás para ocasiones informales, este mal hábito pase desapercibido. Sin embargo, es despreciable ver cuando los legisladores arriban media hora después a las sesiones de la Cámara, o que los ministros acudan a las reuniones varios minutos después del horario fijado.

En países europeos, los encuentros se inician únicamente a la hora establecida, nadie espera a los que se se presentan más tarde. La impuntualidad es rotundamente rechazada.

5 EL CUATERISMO:

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“Él es mi cuate, no puedo delatarle”. Actitudes como esta se ven a menudo en diversos grupos sociales en los que las circunstancias y el falso compañerismo hacen que un sector sobreproteja a otro, perjudicándolo enormemente.

En los trabajos prácticos grupales que se dictan en la secundaria e incluso en la universidad, los que realmente se esfuerzan son uno o dos. El resto ni se interesa. Aún así, nadie saca a la luz la verdad y finalmente, como son todos amigos, se terminan encubriendo unos a otros y aplicando el pernicioso “cuaterismo”

Con esta práctica, lo único que se consigue es enterrar los desaciertos de los demás, los cuales de esta manera nunca serán corregidos y provocarán un reprochable acostumbramiento que a la larga le impedirá progresar al individuo.

6 EL POPINDÁ (DEL GUARANÍ, MANO DE GANCHO).

Ocurre cuando llevamos los objetos o pertenencias ajenas de forma clandestina. Cosas insignificantes que nos agradan y que pidiéndolas tranquilamente nos la darían, pero por koyguá o por el gusto que nos produce tomarlas a escondidas, no nos animamos a solicitarlas.

Agendas, calcomanías, bolígrafos, llaveros y otros forman parte de las chucherías o “vyrorei” que agradan al paraguayo. Elementos que quizás ni los utilice, pero los quiere por el simple placer de que son gratuitos.

También se refiere a las cosas que agarramos porque las entregan al pasar, como los folletos, volantes, panfletos, etc., que ni siquiera miramos, pero los guardamos por puro “popindá”.

7 EL “PARA ESO SOMOS PARAGUAYOS”

La teoría, basada en la mentalidad de muchos, sostiene que estamos destinados a ser reprimidos, a aguantar los atropellos, a soportar la violación de nuestros derechos, a quedarnos callados y estáticos ante cualquier situación adversa, ya que “para eso somos paraguayos”.

A más de uno le habrá ocurrido que compró algo del supermercado y luego se percató de que el producto estaba en mal estado, pero por temor a que los demás lo tilden de “culí” o delicado no regresó a protestar por lo que le vendieron.

Pareciera que por naturaleza somos bastante proclives al manso conformismo, extremadamente permisivos para reclamar nuestros derechos y prácticamente incapaces de exteriorizar nuestra disconformidad. Aunque respetando la lista del autor, este pecado qye se encuentra en séptimo lugar, podríamos decir que es uno de los hábitos que más daño nos causa a nivel país.

ABC color